CIUDAD DEL VATICANO, domingo 29 de noviembre de 2009 (ZENIT.org).-
El mundo contemporáneo necesita sobre todo esperanza, y ésta se encuentra sólo en Jesucristo, afirmó Benedicto XVI este domingo en su discurso introductorio a la oración del Ángelus en la plaza de San Pedro.
“El mundo contemporáneo necesita sobre todo esperanza: la necesitan las poblaciones en vías de desarrollo, pero también las económicamente desarrolladas”, dijo.
“Cada vez más advertimos que nos encontramos en una misma barca y debemos salvarnos todos juntos”, continuó.
Y añadió: “Sobre todo nos damos cuenta viendo caer tantas falsas seguridades, de que necesitamos una esperanza fiable, y ésta se encuentra sólo en Cristo”.
El Papa inició su discurso recordando que este domingo empezó el tiempo de Adviento, el tiempo de preparación a la Natividad del Señor, y un nuevo año litúrgico.
Después afirmó que “el Señor Jesús vino en el pasado, viene en el presente y vendrá en el futuro”.
“Él abraza todas las dimensiones del tiempo, porque ha muerto y resucitado, es “el Vivo” y, compartiendo nuestra precariedad humana, permanece para siempre y nos ofrece la estabilidad misma de Dios -explicó-. Es “carne” como nosotros y “roca” como Dios”.
El Papa destacó el carácter universal de la salvación de Cristo: “Quien anhela la libertad, la justicia y la paz puede volverse a levantar y alzar la cabeza, porque en Cristo la liberación está cerca”, dijo citando el Evangelio de ese mismo domingo.
“Jesucristo no sólo mira a los cristianos, o sólo a los creyentes, sino a todos los hombres, porque Él, que es el centro de la fe, es también el fundamento de la esperanza -aseguró-. Es la esperanza que todo ser humano necesita constantemente”.Entrar en la escuela de María
Benedicto XVI destacó que la Virgen María “encarna plenamente la humanidad que vive en la esperanza basada en la fe en el Dios vivo”.
“Ella es la Virgen del Adviento: está bien arraigada en el presente, en el “hoy” de la salvación; en su corazón recoge todas las promesas pasadas; y se extienden al cumplimiento futuro”, afirmó.
E invitó a todos a entrar en la escuela de María, “para entrar de verdad en este tiempo de gracia y acoger, con alegría y responsabilidad, la venida de Dios a nuestra historia personal y social”.
“Adviento significa levantarse, despertar, salir de la noche”, y “esta vez, particularmente se nos invita a dejar atrás la oscuridad de la tristeza y la falta de amor y a abrirnos a la oración, a la escucha de la Palabra de Dios y a la recepción del sacramento de la reconciliación para que brille la Luz de Cristo y el mundo sea iluminado con su amor”, explicó.
También alentó “a avivar el deseo de salir al encuentro de Cristo, que viene, intensificando la oración, participando frecuentemente en la Eucaristía y dando un testimonio elocuente de caridad”.
Entre los grupos a los que saludó tras el rezo del Ángelus, se encontraban los participantes de una marcha promovida por el Movimiento del Amor Familiar para manifestar amor profundo al Crucifijo, reconociendo su valor religioso, histórico y cultural.
“El mundo contemporáneo necesita sobre todo esperanza: la necesitan las poblaciones en vías de desarrollo, pero también las económicamente desarrolladas”, dijo.
“Cada vez más advertimos que nos encontramos en una misma barca y debemos salvarnos todos juntos”, continuó.
Y añadió: “Sobre todo nos damos cuenta viendo caer tantas falsas seguridades, de que necesitamos una esperanza fiable, y ésta se encuentra sólo en Cristo”.
El Papa inició su discurso recordando que este domingo empezó el tiempo de Adviento, el tiempo de preparación a la Natividad del Señor, y un nuevo año litúrgico.
Después afirmó que “el Señor Jesús vino en el pasado, viene en el presente y vendrá en el futuro”.
“Él abraza todas las dimensiones del tiempo, porque ha muerto y resucitado, es “el Vivo” y, compartiendo nuestra precariedad humana, permanece para siempre y nos ofrece la estabilidad misma de Dios -explicó-. Es “carne” como nosotros y “roca” como Dios”.
El Papa destacó el carácter universal de la salvación de Cristo: “Quien anhela la libertad, la justicia y la paz puede volverse a levantar y alzar la cabeza, porque en Cristo la liberación está cerca”, dijo citando el Evangelio de ese mismo domingo.
“Jesucristo no sólo mira a los cristianos, o sólo a los creyentes, sino a todos los hombres, porque Él, que es el centro de la fe, es también el fundamento de la esperanza -aseguró-. Es la esperanza que todo ser humano necesita constantemente”.Entrar en la escuela de María
Benedicto XVI destacó que la Virgen María “encarna plenamente la humanidad que vive en la esperanza basada en la fe en el Dios vivo”.
“Ella es la Virgen del Adviento: está bien arraigada en el presente, en el “hoy” de la salvación; en su corazón recoge todas las promesas pasadas; y se extienden al cumplimiento futuro”, afirmó.
E invitó a todos a entrar en la escuela de María, “para entrar de verdad en este tiempo de gracia y acoger, con alegría y responsabilidad, la venida de Dios a nuestra historia personal y social”.
“Adviento significa levantarse, despertar, salir de la noche”, y “esta vez, particularmente se nos invita a dejar atrás la oscuridad de la tristeza y la falta de amor y a abrirnos a la oración, a la escucha de la Palabra de Dios y a la recepción del sacramento de la reconciliación para que brille la Luz de Cristo y el mundo sea iluminado con su amor”, explicó.
También alentó “a avivar el deseo de salir al encuentro de Cristo, que viene, intensificando la oración, participando frecuentemente en la Eucaristía y dando un testimonio elocuente de caridad”.
Entre los grupos a los que saludó tras el rezo del Ángelus, se encontraban los participantes de una marcha promovida por el Movimiento del Amor Familiar para manifestar amor profundo al Crucifijo, reconociendo su valor religioso, histórico y cultural.