viernes, 5 de junio de 2009

Obama se abre al mundo musulmán

Asegura el presidente de EE UU en un discurso apaciguador con el islam
05.06.09 -
LAURA L. CARO ENVIADA ESPECIAL. EL CAIRO/La Verdad
Treinta y siete veces sonaron los aplausos en el imponente auditorio de la Universidad de El Cairo durante la hora escasa que Barack Obama estuvo hablando. A excepción del estallido de bienvenida que se desató cuando el presidente de los Estados Unidos saludó en árabe con un calculado «salam alekum», fueron aplausos discretos y exactos. Si el de ayer era un discurso para la Historia -el de la reconciliación de Washington con el islam-, el público que asistió a tal acontecimiento no escuchó ni hipnotizado ni roto de emoción, sino atento. Porque a quien tenían ayer delante no era ni un mesías ni un evangelista, sino un hombre sereno y despojado de arrogancia que, en nombre del país más poderoso del globo, se dirigió a los 1.500 millones de musulmanes como a iguales para emprender junto a ellos una «nueva era».
«He venido aquí a buscar un nuevo comienzo entre los Estados Unidos y los musulmanes de todo el mundo basado en el interés y el respeto mutuos», fueron las palabras mágicas que Obama eligió para empezar a cerrar lo que llamó «este ciclo de sospecha y discordia que debe terminar». Y desde las primeras filas, los jeques de la Universidad de Al-Azhar -el más importante centro de Estudios islámicos del planeta-, los prohombres de un Egipto orgulloso que cree seguir siendo el centro indiscutible de todos los árabes y 200 estudiantes elegidos como las más brillantes promesas del país pudieron oír al presidente de los Estados Unidos hablar del error de Irak. Decir que esa guerra «ha recordado a América la necesidad de usar la diplomacia» y que apoyará la soberanía de los iraquíes, pero «nunca más como si fuéramos un patrón». Hablar de Afganistán para explicar que sacaría de allí hasta el último soldado si tuviera confianza en que el extremismo que perpetró los atentados del 11-S ha sido vencido. Hablar de que «ningún sistema o gobierno puede ser impuesto a una nación por otros» y de que «América no presume de saber qué es lo mejor para cada uno».
Autocrítica
En sus butacas, los invitados asentían con aprobación a medida que Barack Obama avanzaba con autocrítica y coraje, sin dejar de lado ninguno de los asuntos que durante la etapa de su antecesor, George Bush, acabaron envenenando las relaciones mutuas. Obama habló sin rodeos, sin silencios artificiales para dejarse regalar con los aplausos, ganándose el respeto. «Ya lo dejé claro en Ankara -insistía-, América no está y nunca estará en guerra con el islam, pero debemos, confrontar implacablemente los extremismos violentos que suponen una grave amenaza para nuestra seguridad. Juntos aislaremos a los que se han aprovechado de nuestras diferencias».
Más aplausos. Que se cortaron en seco. Porque cuando el presidente norteamericano sentenció allí mismo, ante los jeques, ante los prohombres del orgulloso Egipto, ante sus futuros líderes, que el vínculo de Estados Unidos con Israel es «inquebrantable», el hemiciclo contuvo la respiración. Sus mensajes condenando como «intolerable» la situación de los palestinos, anunciando que «el tiempo de las colonias ha terminado» y prometiendo que «personalmente» perseguirá la solución de dos Estados sea cual sea «la paciencia que requiera», no acabaron de recuperar del todo al público cairota, tan sensible a la prepotencia judía.
Imaginable era desde allí el paralelo estupor que debió producir en Tel Aviv que Obama dijera que «ninguna nación debe elegir qué otras tienen armamento nuclear» y que su rechazo a toda carrera en ese sentido no excluye que «toda nación, incluso Irán, tenga derecho a acceder a la energía nuclear pacífica».
En la propia casa del autoritario Hosni Mubarak, delante de su hijo y probable sucesor, Gamal, Obama habló de democracia, sin la insolencia visionaria de Bush. Para advertir que no bastan elecciones, que hace falta «mantener el poder con consentimiento, sin coerción, poniendo los intereses de tu pueblo y el legítimo funcionamiento del proceso político por encima de tu partido». En la sala una sola voz se alzó espontánea: «We love you». «Te queremos».
«Busco un nuevo comienzo basado en el respeto mutuo»

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